martes, 11 de marzo de 2014

Otras Mentes.

 El capítulo expuesto trata sobre el problema filosófico de las otras mentes, que plantea la incertidumbre provocada por desconocer si el resto de las mentes son similares a la mía, es decir, por desconocer su contenido.

Tal y como plantea el fragmento, ¿por qué no pensar que el resto de las personas son zombis sin mente? ¿No sería eso posible? Andan del mismo modo que ando yo, tienen un comportamiento similar al mío, e incluso hablan de la misma forma que yo. ¿Y si por el contrario, son mutantes con una mente totalmente diferente a la mía, los cuales sienten placer cuando yo siento dolor? ¿Cómo puedo saber el contenido de la mente de los demás? ¿Cómo saber que tienen una mente parecida o, como hemos dicho antes, son simplemente zombis?

 El problema de las otras mentes se genera a través de este tipo de preguntas, que aparecen en el capítulo, las cuales muestran la incertidumbre provocada por desconocer el contenido de las mentes que no son la mía, como he mencionado anteriormente. El modo más empleado para afrontar el problema es a través del llamado “argumento por analogía”, desarrollado por Bertrand Russel.
Para entender bien este método, se emplea el ejemplo de la chincheta, el cual plantea que el hecho de pisar una chincheta suele ir seguido de un determinado tipo de comportamiento (un “¡ay!”, una mueca de dolor), acompañado posteriormente por el dolor. Según el argumento por analogía, al observar que las personas actúan de forma similar al pisar la chincheta, puedo deducir que también padecen el dolor.
Sin embargo, el problema de este método se reduce a los datos que aporta, ya que al tratarse de un tratamiento inductivo, no se puede sacar de él ninguna prueba concluyente.
Por tanto, confiar en que las demás personas tengan un contenido mental similar al mío no asegura la solución del problema, dado que de lo contrario estaría cometiendo un error.

Como vemos en el capítulo, dar por descontado que los demás poseen unos pensamientos y unos sentimientos parecidos a los míos  nos lleva a recurrir al análisis de los hechos mentales y físicos para intentar solucionar el problema.
Según plantean las explicaciones fisicalistas, los hechos mentales estarían relacionados con los hechos físicos, por lo que la teoría de que los demás fueran zombis que imitan mi comportamiento quedaría descartada. Sin embargo, esta asociación de hechos no supondría que las explicaciones fueran ciertas, como bien se plantea en el fragmente, pero sí en una prueba de que éstas están bien encaminadas.

Finalmente, a través del ejemplo de la ostra y la perla, se nos plantea que comprobar la existencia de perlas en varias ostras (experiencia), es lo que nos permitiría superar la incertidumbre. Pero como bien sabemos, es técnicamente imposible adentrarnos en la mente de los demás para averiguar si éstos poseen el mismo contenido que yo.


Desde mi punto de vista, el problema de las otras mentes me parece un tema interesante pero inútil a su vez, dado que desde mi propia experiencia personal, no he llegado nunca a plantearme que los demás tengan un contenido mental diferente al mío, porque al estar observando continuamente sentimientos aparentemente reconocibles por mí, me hace creer que no hay diferencia entre mi mente y la de los demás. Sin embargo, y ya para concluir esta entrada, mi opinión sobre la inexistencia de mentes diferentes a las mías no quiere decir que éstas no puedan existir.

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