El capítulo expuesto trata sobre el problema filosófico
de las otras mentes, que plantea la incertidumbre provocada por desconocer si
el resto de las mentes son similares a la mía, es decir, por desconocer su
contenido.
Tal y como plantea el fragmento, ¿por qué no pensar
que el resto de las personas son zombis sin mente? ¿No sería eso posible? Andan
del mismo modo que ando yo, tienen un comportamiento similar al mío, e incluso
hablan de la misma forma que yo. ¿Y si por el contrario, son mutantes con una mente
totalmente diferente a la mía, los cuales sienten placer cuando yo siento
dolor? ¿Cómo puedo saber el contenido de la mente de los demás? ¿Cómo saber que
tienen una mente parecida o, como hemos dicho antes, son simplemente zombis?
El problema de las otras mentes se genera a través de
este tipo de preguntas, que aparecen en el capítulo, las cuales muestran la
incertidumbre provocada por desconocer el contenido de las mentes que no son la
mía, como he mencionado anteriormente. El modo más empleado para afrontar el
problema es a través del llamado “argumento por analogía”, desarrollado por
Bertrand Russel.
Para entender bien este método, se emplea el ejemplo
de la chincheta, el cual plantea que el hecho de pisar una chincheta suele ir
seguido de un determinado tipo de comportamiento (un “¡ay!”, una mueca de
dolor), acompañado posteriormente por el dolor. Según el argumento por
analogía, al observar que las personas actúan de forma similar al pisar la
chincheta, puedo deducir que también padecen el dolor.
Sin embargo, el problema de este método se reduce a
los datos que aporta, ya que al tratarse de un tratamiento inductivo, no se
puede sacar de él ninguna prueba concluyente.
Por tanto, confiar en que las demás personas tengan un
contenido mental similar al mío no asegura la solución del problema, dado que
de lo contrario estaría cometiendo un error.
Como vemos en el capítulo, dar por descontado que los
demás poseen unos pensamientos y unos sentimientos parecidos a los míos nos lleva a recurrir al análisis de los hechos
mentales y físicos para intentar solucionar el problema.
Según plantean las explicaciones fisicalistas, los
hechos mentales estarían relacionados con los hechos físicos, por lo que la
teoría de que los demás fueran zombis que imitan mi comportamiento quedaría
descartada. Sin embargo, esta asociación de hechos no supondría que las
explicaciones fueran ciertas, como bien se plantea en el fragmente, pero sí en
una prueba de que éstas están bien encaminadas.
Finalmente, a través del ejemplo de la ostra y la
perla, se nos plantea que comprobar la existencia de perlas en varias ostras
(experiencia), es lo que nos permitiría superar la incertidumbre. Pero como
bien sabemos, es técnicamente imposible adentrarnos en la mente de los demás
para averiguar si éstos poseen el mismo contenido que yo.
Desde mi punto de vista, el problema de las otras
mentes me parece un tema interesante pero inútil a su vez, dado que desde mi
propia experiencia personal, no he llegado nunca a plantearme que los demás
tengan un contenido mental diferente al mío, porque al estar observando
continuamente sentimientos aparentemente reconocibles por mí, me hace creer que
no hay diferencia entre mi mente y la de los demás. Sin embargo, y ya para
concluir esta entrada, mi opinión sobre la inexistencia de mentes diferentes a
las mías no quiere decir que éstas no puedan existir.
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